#2 Celtic Blood

Hola, hola, hola. Por aquí Caell presentándose ante todos ustedes. Primero, quiero dar las gracias a las anfitrionas, que tan amablemente nos han cedido su espacio (y no porque las hayamos amenazado con un mordisquito). Como son más bonitas que el brezo de la vieja Escocia, también han empezado a subir nuestra historia a Wattpad y para descarga. Así que ya veis, nos lo ponen todo muy fácil.

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[Caell]

Camino despacio, con las manos en los bolsillos y la mente en blanco. Voy silbando una canción que Damon me enseñó cuando éramos adolescentes. La letra es bastante obscena pero entonces, con las hormonas alteradas y deseosos de experimentar aquello de lo que hablaba la canción, nos parecía lo mejor que habíamos escuchado. Y seguro que nos empalmamos más de una vez cantándola aunque, si soy sincero, no lo recuerdo.

Sonrío al recordar aquellos tiempos. Entonces éramos uña y carne y pensábamos que nada nos iba a separar. Sólo éramos dos muchachos ingenuos que disfrutaban de las guerras entre clanes y soñaban con convertirse en guerreros que enorgulleciesen a nuestro laird. Y tendría que haber sido así pero, sin embargo, nos hemos convertido en esto.

La vida, a veces, es una mierda.

Suspiro con fastidio y dejo de silbar. Estoy llegando al lugar acordado y no quiero mostrar nada de mí. Si hay algo que he aprendido durante estos siglos, es que no puedo confiar en nadie. Y mucho menos en el vampiro con el que voy a encontrarme.

Abandono la calle principal, llena de luces, ruido y olores agradables y me interno en una callejuela oscura, hedionda, que recoge todos los olores del Támesis. A unos metros puedo ver el sucio letrero de la taberna. Lleva ahí desde mediados del siglo XIX y, desde sus inicios, ha sido regentada por el mismo vampiro: Marcus Stoppenhead. El tío es un cabrón de cuidado, pero es el único que puede ayudarme.

Tomo aire antes de entrar. Necesito infundirme fuerzas y ánimos, porque lidiar con este tipo no es fácil. Nos hemos encontrado muchas veces a lo largo de los siglos, pero nunca han sido encuentros normales. Sé que, si le dejase probar mi culo, las cosas no serían tan difíciles. Pero yo no me acuesto con tíos. O al menos no con todos, sólo con uno… pero eso sucede cada vez que los planetas entran en una especie de mierda cósmica que dura un instante y luego todo desaparece hasta la siguiente vez que el Cosmos decide favorecernos. Él ha sido, es y será el único.

Empujo la puerta, que hace un ruido de mil demonios. Dentro hay una decena de vampiros que me miran con desconfianza en cuanto me ven entrar. Marcus está en su lugar de siempre: tras la sucia barra. Hace tiempo que no entro aquí pero, a juzgar por la mugre que veo, la taberna no se ha limpiado desde que Molly murió y eso fue a principios del siglo XX.

— Enero se presenta frío, ¿no? — Digo sentándome en un taburete y tratando de no tocar la barra. Puedo prescindir de los pantalones, pero el abrigo es sagrado. Tirar unos pantalones más o menos no me supone nada, pero el abrigo… bueno, tiene su historia.

Marcus me mira con el ceño fruncido.

— ¿A quién cojones le importa?

Sí, empezamos bien.

— Sólo pretendía iniciar una conversación, hombre. — Ladeo la cabeza y lo observo. Gordo, barbudo, sucio y con la dentadura bastante estropeada. Quien quiera que lo convirtiese debía estar desesperado — Pero si crees que podemos prescindir de las cortesías…

Deja el vaso que está limpiando sobre la barra y lo hace con tanta fuerza que se rompe en mil pedazos.

— Déjate de toda esa mierda, McLeod. ¿Por qué querías verme?

— Le prometí a ella que la saludaría cuando regresase a Londres. ¿Dónde está?

Gruñe malhumorado y recoge los cristales. Me señala las escaleras que llevan al primer piso. Comienzo el ascenso y él me sigue. Tiene los ojos fijos en mi culo y me alegra enormemente que el abrigo me llegue hasta las rodillas. Tiene la extraña habilidad de hacerme sentir violado cada vez que me mira.

Abro la puerta que me indica y la veo allí sentada, con una víctima entre las manos y una sonrisa de satisfacción en los labios. Al verme, sus ojos se iluminan.

— Has venido. — Dice deshaciéndose del joven y levantándose. Me observa y camina a mi alrededor — Y estás intacto. — Me olfatea como un sabueso — Y has tenido la deferencia de no follar antes de presentarte ante mí.

Ella sonríe. Ha leído mis pensamientos.

Marcus se sienta pesadamente en una silla y me mira con gesto huraño. Por eso quería la presencia de Lea: ella suaviza su carácter. No entiendo como una mujer tan hermosa y dulce puede sentir tal adoración por él, pero he aprendido a no cuestionar los motivos de la gente. Y eso incluye a los vampiros.

— ¿Qué necesitas, McLeod?

Marcus utiliza un tono más suave que el de hace un rato. Contengo una sonrisa.

— Armas, soldados… lo necesario para iniciar una guerra.

Lea ríe divertida, Marcus bufa.

— ¿Estás loco?

— No.

— Pues lo parece.

— Pues te aseguro que no lo estoy.

Lea pone una mano sobre el hombro de Marcus y me mira a los ojos.

— He oído decir que tienes muchos seguidores. — Asiento — ¿Crees que puedes ganar?

— No lo sé.

— Eso no nos sirve.

— No os pido que me apoyéis. Sólo os pido… bueno, os pido que seáis mis intermediarios.

Lea asiente y tranquiliza a Marcus, que parece a punto de explotar. Ella mantiene la calma y puedo ver en sus ojos que está haciendo cálculos a una velocidad endiablada. Parece una criatura frágil, pero es condenadamente inteligente, fuerte y decidida. Sólo ella ha conseguido dominar a Marcus.

— Lo pensaremos, McLeod. — Dice con una sonrisa dulce — Puedes irte.

No contesto. El hecho de que ella haya intervenido juega a mi favor. Si accede a formar parte de esto, Marcus lo hará también. Claro, siempre y cuando él no decida por sí mismo que mi cabeza en una bandeja será más beneficiosa para él. No tengo muchas esperanzas, así que trataré de dormir con un ojo abierto.

Abandono la taberna con el mismo paso tranquilo con el que llegué. De nada sirve correr si, al final, tengo que quedarme en Londres hasta que Marcus decida si me ayuda o me vende.

[Damon]

Aparezco en una de las calles más apestosas de los barrios bajos. Con los nervios, me he olvidado de asegurarme de que estuviera vacía y dos fulanas, que podrían haberme servido perfectamente, salen huyendo despavoridas. Frunzo el ceño y me paseo con el corazón acelerado, pasándome las manos por la cabeza. No puede ser cierto, no hace ni medio año aún que nos vimos por última vez… y está aquí, de nuevo.

— ¡Joder! —maldigo al tiempo que pego una patada a un contenedor enorme que, no obstante, sale despedido calle abajo.

Alguien me increpa desde alguna parte de la calle y lo ignoro. Serénate, maldita sea. Olvídalo, sigue con tu vida, con tus obligaciones. Inspiro hondo intentando hacer caso a mi alter ego. Siglos de entrenamiento han de servir de algo.

Aunque con él, nada sirve. Río como un demente.

Con la firme intención de pasar página de nuestro pequeño encuentro, camino hasta la calle más transitada en busca de mercancía con curvas femeninas. No me cuesta encontrarla, ni persuadirla para que me siga al callejón. Es alta, aunque tiene de dónde agarrar, y va drogada. Hago una mueca al pensar en la sustancia que va a entrar en mi organismo, pero me da igual. Pronto la tengo contra la pared, fingiendo gemidos que no me llegan, que no necesito. Cojo sus manos y las sujeto por encima de la cabeza, y se lanza a besarme el cuello, la mandíbula… Yo tanteo su cuello, olfateo, busco, compruebo su pulso con la lengua… lamo… Oh, sí, la sangre corre rápida bajo la piel. Ella gime alto cuando paso mis dientes por su carne y echa las caderas contra las mías, contra mi erección.

Y grita de terror cuando paso mis colmillos, ya desnudos, sobre su vena palpitante. «Demasiado tardeee», canturreo mentalmente. Y hundo mis caninos en su cuello, perdiéndome en fuertes succiones sin control, contemplando la posibilidad de sacarme la polla y hundirme también en su interior…

… pero entonces me doy cuenta de que la zorra ya está muerta. «Demasiado tardeee», mis propias palabras me golpean la razón. Me doy cuenta de lo fuera de control que estoy, y, sin embargo, el pulso no se me altera en lo más mínimo cuando la suelto y el cuerpo cae al suelo con un ruido sordo. Me quedo mirándola, atónito. Y mi móvil comienza a vibrar.

—Sí.

—Ha entrado en Lex Talionis.

Cuelgo sin decir nada más y maldigo en doce idiomas, algunos de los cuales, ya ni siquiera se hablan. Me apoyo en la pared, dejando caer el peso.

Lo he sospechado. En cuanto me ha dicho que estaba aquí por jodidos negocios, lo he sabido. Maldito hijo de puta.

«Siempre me ha sacado de mil embrollos. Y yo lo he sacado a él.»

Maldito. Hijo. De puta.

Al final, no estamos tan lejos. Me desmaterializo hasta el hediondo callejón que alberga la taberna de Marcus y lo espero apoyado en la pared, al lado de la puerta.

No pasan ni diez minutos, cuando sale por la puerta. No me ha visto. Pero yo lo llamo.

—Caell…

[Caell]

Escucho mi nombre y un escalofrío me recorre de pies a cabeza al reconocer la voz. Fue un error por mi parte buscarlo antes de la reunión. Pero el mayor error fue bajar la guardia, pensando que la panda de pijos que conforman su red de informantes no se adentraría en un lugar como este.

No me vuelvo, sigo caminando.

— ¿Qué haces aquí? Este lugar no te pega.

[Damon]

Niego con la cabeza. Empiezo a estar harto de sus gilipolleces, y la furia se va desplegando en mí.

—No, Caell. ¿Qué coño haces tú aquí? Supongo que conoces a Marcus. Y a Lea. El tipo de vampiros que son. —No se gira, pero detiene sus pasos. —Oh, qué idiota soy. Por supuesto que lo sabes.

[Caell]

Detengo mis pasos sin volverme. Siento su furia, su rabia y la refleja en su voz. Podría mentirle, pero sería absurdo. Nunca le he mentido, a pesar del odio que siento por él. Jamás insultaría su inteligencia con una mentira.

Frunzo el ceño y me vuelvo hacia él. Puedo oler la sangre fresca. Se ha alimentado hace unos minutos. Así pues, no ha sido él quien me ha seguido. La información me parece de lo más interesante.

— ¿Ya le has dicho a esa panda de pedantes que estoy aquí, Niall? — Ladeo la cabeza para verlo mejor — Y repito la pregunta: ¿qué cojones haces aquí?

Mi tono es beligerante, pero no puedo evitarlo. Siento deseos de golpearlo, de estamparlo contra los sucios adoquines. No soporto sus sermones moralistas e intuyo que se aproxima uno.

[Damon]

Aprieto los puños y la mandíbula cuando escucho que me vuelve a llamar Niall. Qué cojones hago aquí… Desvió la mirada de él al tiempo que resoplo una risa templada con la furia que me recorre. El movimiento es tan rápido, que lo pillo desprevenido y lo estampo contra la pared de ladrillo rojo del otro lado del callejón, mucho más oscuro.

—Escúchame, estúpido —la voz me tiembla por la ira, pero consigo hablar bajo—, son esos a los que tú llamas pedantes los que me han dado el soplo de que estabas en esa pocilga. Son esos los que no van a dudar un condenado ápice en rebanarte el pescuezo y colgar tu culo al sol para asegurarse de que jodidos rebeldes como tú no importunen más. —Me acerco más a su cara, y siseo—: Qué coño… Debería hacerlo yo mismo.

[Caell]

Su ataque me pilla desprevenido, lo que me enfurece, pero es su amenaza lo que hace que le enseñe los colmillos y, en un arranque de cólera letal, lo cojo por las solapas del abrigo y lo estampo contra la otra pared gruñendo como una bestia. Si piensa que soy el debilucho de hace dos siglos, está muy equivocado. Acerco mi rostro al suyo.

— ¿Por qué no lo intentas, Niall? — Pongo especial énfasis en su nombre. Quiero pelear, quiero descargar toda la rabia que siento sobre él.

[Damon]

Mi cabeza se estrella contra la pared y hace saltar fragmentos de ladrillo, pero ni siquiera me percato. Me enseña los dientes y siento un tirón en mi entrepierna que me cabrea sobremanera. Joder, esto va a acabar de la misma forma que siempre, pienso furioso. Porque lo odio.

Porque lo deseo como el demonio.

—No me tientes más —mascullo, separando sus manos de mis solapas y enseñándole yo también mi colección de caninos.

[Caell]

El contacto de sus manos sobre las mías me vuelve loco. Quiero que pelee, quiero follar con él… no sé bien qué quiero. Estoy furioso, excitado, la sangre corre por mis venas muertas como un río de lava. Lo empujo de nuevo contra la pared, sujeto la cabeza del cabrón y lamo sus colmillos. Primero uno y, como no reacciona, el otro. Antes de que vuelva en sí mismo, me elevo hasta el tejado de la taberna riendo.

Parezco un demente, pero no estoy seguro de no haber  perdido la razón. Él me enloquece… en todos los sentidos.

Justo cuando mis pies rozan el tejado escucho su rugido. Echo a correr, no por cobardía o porque tema enfrentarme a él, sino porque quiero volverlo loco. Y hay un lugar, no muy lejos de aquí, que conserva todavía las huellas de nuestra última pelea.

Mi risa inunda la noche. Sin dejar de reír, caigo sobre el sucio suelo del callejón. Estoy en guardia. Damon no tardará en llegar.

[Damon]

No debería haberle tocado. Es el último pensamiento racional que tengo, antes de que mi cordura salte por los aires cuando su lengua roza mis colmillos. Desaparece de mi vista y yo lanzo un rugido animal que es respondido con su risa.

Esa risa que una vez hacía latir mi pulso de alegría y ahora lo desboca de furia y anhelo. Un Caell joven y despeinado viene a mi mente, con el brillo del deseo sexual más crudo bailando en sus ojos y quiero gritar por todo lo que perdimos. Ahora en sus ojos brilla el desprecio y el desdén. Ambos prostituimos nuestras emociones por un poco de paz mental, y el odio generado es el motor de nuestras condenadas vidas.

Su mera presencia me molesta; su contacto despierta en mí las ganas de rebanarle el pescuezo,… de morderle y beber de él y de follarle hasta que ambos caigamos rendidos de rencor, de placer, de…

No.

Es fácil seguirle, sé dónde va. Las señales de nuestra última vez todavía perduran como el recuerdo de un sueño. Joder, estoy tan duro… sólo por los recuerdos, sólo por su lengua entre mis dientes…

…que quiero matarlo.

Aparezco frente a él y vuelvo a escuchar su risa demoníaca antes de que mi puño se hunda entre sus costillas. Una y otra vez, golpeo con fuerza, con saña, fuera de control, y él parece disfrutar con la paliza, pero llega un momento en que pasa a la acción.

Porque él también quiere matarme. En sus ojos siempre ha bailado esa intención, siempre desde… aquel día. Y sabe cómo funcionan las cosas entre nosotros tan bien como yo.

[Caell]

Dejo que me golpee mientras río. Esta pelea me recuerda a nuestra época como humanos. Entonces también solíamos pelear.

Detengo sus golpes con facilidad y lo arrojo al suelo, pero me arrastra con él. Al caer, nuestras pollas duras se rozan. Él forcejea y eso me excita aún más. Sin pensar en lo que estoy haciendo, le hinco los colmillos en el cuello y succiono fuerte. Un sonido gutural sale de mi garganta.

¡Joder! ¡Cómo lo deseo!

[Damon]

«Hijo de puta» pienso, pero de mi garganta sólo brota un lascivo gruñido. Como el suyo. Mi polla da un tirón y no lo soporto. Le pego un empujón que hace que saque sus colmillos de mi jodido cuello y caigo encima de él. Lanzo un puñetazo sobre su boca con todas mis fuerzas, lo que hace que brote su sangre… mezclada con la mía. Gimo alto y me lanzo sobre él, lamiendo y empujando las caderas.

—No me toques —gruño como un jodido loco. Soy yo el que está empujando.

[Caell]

Comienza a empujar mientras me dice que no lo toque. El olor de la sangre nos está volviendo locos. No le digo que es él quien parece a punto de violarme, sino que lo sujeto con fuerza del pelo y lo atraigo hacia mí para besarlo.

Hundo mi lengua en su boca, buscando la suya, obligándolo a aceptar el beso del que quiere escapar. Pero no se lo voy a permitir. Alzo mis caderas mientras él sigue empujando para demostrarle que quiero exactamente lo mismo que él.

[Damon]

Empuja sus caderas hacia arriba, clavándome su dureza y, oh joder, Caell… Tanto tiempo… No… Pero comienza el baile. Cuando me besa con la boca completamente abierta vuelvo a empujar y él responde, y yo jadeo y respondo, joder, porque es lo que quiero. Hacer que pierda la puta cordura como él hace conmigo. Nuestras lenguas pelean, los colmillos chocan entre ellos y muerden y desgarran carne, y una risa siniestra brota de mí cuando mana más sangre. No es como la humana. Joder, ni siquiera es como la de otros vampiros. La sangre de Caell me enciende de mil formas inexplicables. Me aparto un poco y forcejeo con él para darle la vuelta…

Caell]

De nuevo intenta dominarme. El momento en el que trata de darme la vuelta hace que algo se rompa. Regresa a mí la cordura. Lo empujo para quitármelo de encima. Lo deseo, pero no así. No quiero ser otra vez el juguetito que se folla y deja tirado. Porque me deje tirado no hay problema, pero estoy harto de ser el que ponga el culo.

[Damon]

… y en lugar de girarse, me empuja con fuerza hasta dejarme con el culo en el suelo y jadeando como un perro en celo. Lo miro furioso por debajo de mis pestañas, al tiempo que me limpio la boca con el dorso de la mano en un gesto que indica desprecio absoluto. Él se levanta y se apoya tranquilo en la pared, y, aunque el deseo brilla en sus ojos, me reta con la mirada.

En un nano segundo aparezco frente a él.

— ¿Qué pasa, Caell? ¿Me la pones dura y luego me empujas? —siseo, pegando mi cuerpo contra el suyo. — ¿Ya no te gusta que te folle? ¿O es que aún no ha corrido demasiada sangre para ti? —Lamo la comisura ensangrentada de su boca. Me pulsan los colmillos de necesidad. — ¿Ya no te acuerdas de la última vez que estuvimos aquí? —Pego mis caderas a las suyas y las balanceo, acariciándole. Acariciándonos. Me trago un gemido que no quiero que oiga. —Tus jodidos gritos de placer superaban a los de todos los burdeles de alrededor. Dime, «hermanito», ¿qué es lo que hay que hacer?

[Caell]

Me provoca. Ambos estamos muy excitados… y cabreados. Jadeamos como las bestias en celo que somos.

Lo fulmino con la mirada cuando la pregunta sale de sus labios. En realidad, siento deseos de estrangularlo.

— ¿Qué tal si esta vez te follo yo a ti, hermanito? — Recalco la última palabra con un puñetazo directo a su mandíbula.

Se tambalea y de nuevo lo atraigo hacia mí, besándolo con la pasión de siempre. Porque, aunque esté furioso, aunque lo deteste con todo mi ser, lo deseo con la misma intensidad.

Mis manos van hacia su culo. Aprieto sus nalgas, atrayéndolo hacia mí, hacia mi polla. Lamo su cuello, mordisqueando en los puntos que sé que le gustan, que lo vuelven loco. Conozco su cuerpo mejor que el mío propio. Yo continúo apoyado contra la pared, buscando el apoyo que mis piernas son incapaces de darme. Él descarga todo su peso contra mi cuerpo, mostrándome su propio deseo.

[Damon]

Tiemblo levemente cuando escucho que quiere follarme y un sudor frío templa mi piel. No es momento de marearme como una maldita nenaza y él me ayuda con eso, estampando su puño contra mi cara por enésima vez. Con él me siento deseado de formas que jamás he sentido con nadie más. No quiero mezclar eso con nada de lo que me… sucedió. Y sé que está jodidamente harto de ser siempre él quien acaba recibiendo mis embestidas furiosas, que se pregunta muy en el fondo por qué ya no le dejo entrar en mí, y que esa es una de las chispas que enciende su odio hacia mí. Pero mi cabeza está llena de mierda y no puedo darle lo que, por ley de vida, le pertenece.

Ha derribado completamente mis barreras, me siento perdido y temo que lo note. Porque él lo sabe todo de mí, aunque ambos nos escondamos bajo la máscara de odio.

Me besa, me lame, me muerde, me empuja, me vence. Estoy perdido. Me apoyo en él, respirando como un caballo de carreras en su cuello, juntando mi polla con la suya, porque es donde quiere estar.

—Pon las manos en la espalda —le ordeno, suplicando porque lo haga, porque, sencillamente, no aguanto más…

[Caell]

Me pide que ponga las manos a la espalda. Suena como una súplica y una orden y sonrío. Sólo Niall es capaz de conseguir darle esa particular entonación a una súplica.

Asiento despacio y, con deliberada lentitud, coloco las manos a mi espalda. Lo miro divertido.

— Todo tuyo…

[Damon]

Escucho esas palabras y me aparto para poder verle. En los ojos del cabrón brilla una retorcida diversión, mezclada con deseo. Agradezco mentalmente que no me haga suplicar como aquella vez. Cuando tiene las manos atrás, le cojo por las muñecas para evitar que las mueva. Para evitar que me toque. El corazón se me desboca y me lanzo sobre él como el jodido hambriento que soy, hincándole los colmillos en el cuello y succionando como si la vida me fuera en ello.

Con la mano que tengo libre tiro de su ropa, que se rasga y deja su piel accesible, y mi mano se mueve sobre él con vida propia. Todo está como siempre: suave y duro. Suelto el cuello y lamo toda esa piel que queda expuesta, por la que se desliza la sangre de las heridas que me he olvidado de cerrar. Joder, nada es como esto. Nada en mi jodida y miserable vida. Mis caderas mantienen la cadencia y bajo la mano para desabrochar de un tirón mis pantalones y los suyos. Un jadeo ahogado escapa de mi garganta cuando nuestras pollas se juntan, buscándose, reconociéndose. Mierda, la quiero dentro de mí, y gimo por lo imposible que resulta el deseo. Nos cojo a ambos con una mano y aprieto fuerte, hasta casi el dolor. Alzo mi cabeza de su pecho y le beso con fuera, desesperado, perdido, al tiempo que empiezo a mover mi mano sobre nuestros sexos, mezclando humedad y calor.

[Caell]

Permito que me domine. Ignoro el sonido que hace la camiseta al rasgarse y las heridas que, tarde o temprano, cicatrizarán. Cuando nuestras pollas se encuentran, emito un sonido gutural que me recuerda el ser primitivo que soy. El contacto de su polla desnuda contra la mía y su mano dándonos placer a ambos me vuelve loco. Echo la cabeza hacia atrás y jadeo. Sí, soy como una puta barata en sus manos. Una puta que vuelve siempre a por más.

Necesito más y se lo hago saber mordiéndolo. Podría liberarme de su agarre, podría tocarlo, girarlo, empotrarlo contra la pared y follarlo… pero él me odiaría más de lo que ya me odia, así que hago lo único que puedo hacer: dejo las manos donde él quiere y le hinco mis colmillos para que sienta que estoy al límite, que puede hacer conmigo lo que quiera porque yo no pondré impedimentos.

Llegados a este punto lo necesito y el cómo no importa.

[Damon]

Me muerde y grito.

De dolor.

De placer.

Mi polla está goteando ya… ¿o es la suya? Me suelto de su agarre, mi cuello ahora también goteando, sus gemidos me vuelven loco, completa, absoluta y ciegamente loco, mientras bajo mordisqueando y lamiendo su torso en un camino rápido hacia abajo. Aprieto mi agarre en sus manos para que no pueda soltarse y cuando llego a su entrepierna, me meto su sexo en la boca sin ningún miramiento. Hasta el fondo y luego hacia fuera succionando con fuerza, y su grito me pone al límite. Impongo el ritmo que de verdad me pide el cuerpo, comiéndomelo rápido, entero, intenso. Su sabor empieza a invadir mi paladar y respondo a sus gemidos con los míos. Y bajo mi mano a mi propia polla, porque no aguanto más. pero cuando comienzo a masturbarme y lo siento temblar en mi lengua, escucho a mi espalda:

—Vaya, vaya… No quisiera interrumpir…

Todas mis alertas se ponen en marcha y me desmaterializo, largándome del lugar y dejando el eco de un gruñido furioso en el aire.

[Caell]

Solo. Me he quedado solo. Se ha largado y me ha dejado no sólo a medias, sino con la polla apuntando al maldito vampiro que está frente a mí. Lo miro furioso y me abrocho los pantalones. Me duele y siento deseos de aporrear al imbécil, pero me contengo.

— Si no quisieras interrumpir, no lo habrías hecho, cabrón.

Sam sonríe con malicia.

— No sabía que te iban las pollas, McLeod.

Sonrío con ánimo asesino y él retrocede un paso. Luego otro y otro… pero no puede evitar que mi puño se estampe contra su nariz.

Suspiro resignado.

Supongo que esta noche tendré que buscar otro tipo de desahogo…

Pero Damon me va a pagar el haberme dejado colgado en un momento así.

Como siempre, sólo le interesa salvar su culo.

Un comentario en “#2 Celtic Blood

  1. A medias. Tanto a Caell como a los lectores. Y no, no me refiero al sexo. Me refiero a que se me ha hecho corto este trozo y quiero saber un poco más. Me tocará esperar hasta el viernes que viene, pero sabed que me he quedado con las ganas de más.

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